Salvador, capital del estado de Bahía, fue descubierta por Américo Vespucio, navegante italiano que dio nombre a los continentes de América del Norte y del Sur. El europeo posó sus ojos por primera vez en la hermosa bahía de Todos os Santos (sobre la que ahora se levanta la ciudad) el 1 de noviembre de 1501.
En 1549, el rey portugués vio la importancia de Salvador y envió a su gobernador real, Tomé de Souza, junto con un pequeño ejército, para proteger la ciudad de holandeses y franceses.
Salvador no era rica por su oro o su plata, sino por algo casi tan lucrativo como estos: el azúcar. Al ser abundante en el noreste, las plantaciones crecieron en la ciudad, lo que también dio lugar al crecimiento del comercio de esclavos. A mediados del siglo XIX, casi 5 millones de esclavos fueron llevados al país desde África.
La riqueza obtenida de la industria azucarera de Salvador se manifiesta en las iglesias doradas y las grandes mansiones del Pelourinho, el corazón de la historia de la ciudad. El legado de la trata de esclavos se refleja en la población de Salvador, compuesta en un 80% por descendientes de afrobrasileños.
Con una historia rica e interesante, los turistas interesados en visitar Salvador conocerán más aún la magnificencia y belleza de la ciudad.