Aunque se inauguró el 22 de abril de 1960, los preparativos para convertir a Brasilia en la capital de Brasil empezaron hace bastante tiempo: doscientos años atrás.
Durante la primera mitad del siglo XVIII, los dirigentes brasileños tuvieron gran interés en situar la capital del país en una zona más interior y menos expuesta a las incursiones del mar, pues las dos primeras capitales de Brasil, Salvador y Río de Janeiro, se construyeron cerca de la costa. No fue hasta 1823 cuando José Bonifácio de Andrade e Silva, entre los demás propulsores de la independencia del país, le sugirió a la Asamblea General trasladar la capital, proponiendo Brasilia como nombre. Sin embargo, esto no pudo llevarse a cabo puesto que el emperador de aquella época disolvió la Asamblea.
En 1891, volvió a plantearse la propuesta y, esta vez, se reservaron 14.000 kilómetros cuadrados de terreno para la nueva capital. Fue la Comisión para la Nueva Capital Federal quien, en 1955, eligió el lugar en donde se levantaría Brasilia.
En 1956, comenzaron las obras de la construcción de Brasilia encabezadas por Oscar Niemeyer, por aquel entonces, un joven arquitecto. Al año siguiente, el urbanista Lúcio Costa ganó el concurso para el diseño de la nueva capital, conociéndose su obra ganadora como Plano Piloto. Juscelino Kubitschek, presidente en aquel momento, consideraba a Brasilia como su «tesoro», no dudó en destinar recursos humanos y económicos para su construcción.
A día de hoy, Braisilia se ha convertido en una de las ciudades más animadas y ricas del sur de Brasil.